martes, 24 de agosto de 2010

Selección de poemas de Nelson Merren

Nelson Merren (1931-2007)


Carpe Diem


Hay días
como una calle entre solares baldíos,
pavimentada y sólo
basuras y maleza a los lados.
Días en que el café y el pan
saben a yeso, a furia seca, a estafa,
ya dispuestos y lanzados desde el periódico
con su político yankee
deteniendo el cortejo
para besar a una niña birmana
o maternalmente calculando votos
mientras acaricia a un negrito en Harlem.
El jugo de naranja como purga
mientras sonríe con sus quince abriles
una gentil culta filósofa etcétera
damita qué asco
y más allá está el Papa declarando
con una perspicacia aturullante
que la situación del mundo es grave.

Atravesar la calle con cuidado
por moderno atavismo,
el mismo gordo vendedor de frutas
con su falsete por lo visto patentado
el vendedor de lotería como una mariposa plañidera
ejercitando su ingenua demagogia
y en la esquina, ya con ojos de camello,
ver otra vez que el Papa
ha prometido orar por las víctimas
del terremoto de Turquía,
y las ganas terribles de gritar ¡mierda todo!
hasta que se nos sosieguen las glándulas y los dientes.

Días como una carretera
bajo el sol, recta, vacía, interminable.


Pasando

Bajo altos edificios
en las aceras
en la algarabía de tomates y repollos
de los mercados
en los elevadores y tranvías
cruzando puentes
contestando a gritos
discutiendo a gritos
llorando a gritos
sintiendo en la garganta y en los sesos
el aguardiente de una cólera terrible,
leyendo diarios o revistas
en consultorios pintados de blanco,
por todos lados, a donde vaya
aquí, allá, siempre he tenido,
tengo en los ojos ante mí
ese color de cuernos negros,
tengo en la boca, siempre
ese sabor a exilio.



Al Comando Israelí que lloró Junto al Muro de las Lamentaciones


Lloras, y eres un hombre, y ese nudo
toca mi corazón y lo desgarra.

Los diez y nueve siglos de camino
fueron piedras con odio y ululato.


Ya casi lo olvidabas. Y ese muro
puso en tu pecho su tremendo dedo.

Ay Israel, Tus ojos desquiciados
de nuevo irguieron sus terribles tallos,


y tus guiñapos y la fe de siglos
hablaron tumultuosos al soldado.


Llora, soldado, que es viril y digno
tu dulce, amargo llanto de victoria.

Junio de 1967


Diálogo en el Bronx



-Y el amor?
-Sí, recuerdo
una cama de hotel
a 6 pisos sobre la calle
contándonos mutuamente
cuándo lo hicimos por primera vez.
Por ahí he de tener su dirección
y viceversa.

-Pero, y la infancia? Es un libro
que todos atesoran.
-Me dieron el paquete.
Caracteres atroces
fueron el silabario.
Era tan tonto que
ni podía reconocer
los errores de imprenta.
Perdí la cuenta de las risotadas.

-Pero hombre, el Ideal,
la Esperanza, la Fe?
-De dónde sacas
esas palabras?
Habrás estado leyendo
un libro lleno de erratas.


La filiación


-¿Ojos?
-Negro pálido.
-¿Domicilio?
-Un poco al Sur de allá
según se llega por la curva.
La flecha del rótulo caído indica el lugar.
-Profesión…
-Especulo con acciones color de jabón aunque espero
que el Gran Resorte supla cierto porcentaje de los
ganchos rotundos pero créanme, fisípedos, pero bueno,
Uds. Comprenden que Afganistán es contagioso y nunca
se sabe…
-¿Raza?
-Yo no contesto preguntas de carácter tan privado.
Sólo diré que aniquilo moscas y otros mamíferos infrascritos.
-Nacionalidad…
-Véase respuesta número Hmm.
Oh no, no es molestia. Cuenten siempre con mi romboide
cooperación.

(Espero haber contestado bien, pues me esforcé en usar
el lenguaje de todos… ¡Ahora a casa, en la calle Próspero
D. Magogo!


Borrador como epitafio


Y, naturalmente, oía
hablar a los mayores.
(Ellos conocen más del mundo. Escucha)


Cuando las señoras se ponían a hablar de pulseras
ellos contaban chismes inauditos
de Mengano, el tesorero.
(Para que veas...)
Y yo aumentaba mi sabiduría.


Se canjeaban consejos
para sobrevivir al Gobierno
y a otras cosas irremediables.
(Recuerda eso).

"Es un hombre admirable. Hizo fortuna
porque trabajaba hasta en domingo".

(Pero si el domingo es un día
en que hasta el sol se levanta refunfuñando.
Bueno, veremos...)


"¡CÓMO ADQUIRIR UNA PERSONALIDAD
ATRACTIVA!"
¡¡Un millón de copias vendidas!!

"CÓMO INFLUENCIAR LOS TIBURONES"
"¡10 CLAVES PARA EL ÉXITO!"


Ni modo, a cambiar de sistema!
(Cuándo terminará este aprendizaje?)


Tuve que renunciar a seguir nuevos cursos
pues me gustaba ver los árboles, la lluvia,
cierto color de ocaso, la sombra con magnolias.


Ahora estoy solo, contento.

En esta oscuridad
no tengo que leer ningún manual,
ni siquiera una letra con el tacto.


Color de exilio (1970)


Sabor a sombra


He tomado parte en sesudas discusiones
sobre si la poesía política
tiene derecho a llamarse poesía
y comido ancas de rana y horrorosos percebes
y panes con miel y toras ácimas
y visto salir el sol y recordar en ese instante
que los poetas lo han llamado el ojo del día
y dorado emperador
y leído deliciosas y cretinas novelas pornográficas
y dramas en que la virtud es recompensada
y me he aburrido de tanto día soleado
y añorado los de lluvia
y tenido diez días seguidos de lluvia
y añorado los soleados
y he hecho cosas indecentes en ciertos parques
y visto caer la noche y tratado de crear una frase nueva
y viajado en auto y en ferrocarril
y comido duraznos y humildes bananos
y dicho: en cuantos lea todo lo del socialismo
podré morirme en paz
y olvídalo de todo con unos vasos de vino
y bañado desnudo en los ríos como un polinesio
y dicho: en cuanto vea todas las películas
de esa famosa actriz podré morirme en paz
y viajado en distintos tipos de aviones
y dicho: ¡la inventiva del hombre blanco!
y he quebrado espejos grandes
y tratado de olvidarme de los días amargos
y dicho: en cuanto pruebe todos los cocteles
podré morirme en paz
y sostenido sin creerlo que los hombres fuertes
tienen poco seso
y lavado mi cuerpo con jabón perfumado
y pisado inmundicias en callejones oscuros
y comprobado que en china el blanco es color de luto
y echado de mi cabeza a escobazos los días amargos
y extasiado con los nombres de las estrellas
altair vega sirio benatsnach zubeneschamali
y dicho: ¡que vida tan rica la mía!
y sonreído de niños descalzos y de vientre hincadas
que se llaman cesar augusto
y visto que soy prácticamente igual a los chinos
y a los negros
y escrito con plumas de ganso
solo por curiosidad
y examinado mi espalda y aun más abajo
en un gran espejo
y examinado mis ojos en un espejo
y visto algo en ellos infinitamente doloroso
y recordado toda mi vida
y visto que no hay nada como el éxtasis negro
de la muerte
y sentado en parques, bajo el viento helado
esperando que llegue
y deseado siempre, con cada latido de mi corazón
la paz que no termina.


Biografías



No logramos nada de conversar con los pescadores
que pasan largas horas atentos,

ni de admirar el estoicismo quieto
de los carteros diligentes.

No logramos nada de beber los filtros deletéreos
de la filosofía.

Ay de los que dieron paz
a cambio de un plato amargo de verdad.


Bienaventurados los que aman la verdad
porque de ellos será un reino estepario.


No logramos nada con entender de causas
y el panteísmo tampoco es una panacea.


Bienaventurados los que saben que lo ignoran todo
porque de ellos será un reino estepario.


No ganamos nada con saber de transcendencia
pues el sufrimiento es algo real.


Felices los que saben que están solos
porque de ellos será una alegría sin llama.


Esperando


El circulo, o lo informe, o
lo que no tiene volumen, pero
que me ofrezca quietud.


Lo imponderable, lo que no tiene dimensiones
pero
que no deje de filtrar ningún recuerdo.


Lo luminoso, plúmbeo, sin que pueda saberlo,
pero que adormezca para siempre
cualquier ansia.


Allí disolveré mi titulo de hombre,
que me hizo candidato para todos los infortunios.
Allí no me agitare con fútiles alegrías
ni con sinceros dolores.
Allí no me olvidare de amar conceptos
y de ser engañado.
Allí mis pasiones se habrán esfumado
y dejaran de zarandearme.
Allí olvidare que el hombre es admirable y perverso
y olvidare mi latitud y el Tiempo.


Mundo de cubos

New York, Mayo de 1962


La noche se escurrió entre los cañones
y subió como una marea.
Del lado de Times Square
el cielo tiene un resplandor de cataclismo
rojizo, apocalíptico.


Ondulantes multitudes pasea
bajo las brillantes marquesinas
muchachas con calcetines poetas barbudos
judíos con fríos espejuelos
hombres de negocio, turistas, marineros.


Muros y cubos, sólidas moles
concreto y ventanas.
Pequeños cubos dentro de los cubos
de un color de ratón corriendo
con su florero y su lámpara de cama.
Un hombre en camiseta fuma
y el humo va a dar a un nervioso
anuncio de neón que no conoce la paz.

Arriba de él se encienden varios cubículos
no lo nota, sigue fumando.
Una mujer se desnuda y desaparece
pero antes ha colgado su ropa en el armario.
Un hombre se asoma a ver
los coches estacionados diez pisos abajo
su amante se le acerca y lo besa en la boca.


Más arriba sólo se ven las lámparas del techo
y la noche de matices expresionistas.
Cubos alargados negros hacia el cielo
interrumpiendo las líneas brillantes de la Osa.



Abajo, en el río de luz de automóviles
están de pie los restaurantes
los bares engullen clientes
los mozos circulan recogiendo ante todo las propinas
la música se abre paso
entre las conversaciones y el humo de cigarrillos
el solitario turista
es abordado por un desconocido que le ofrece
una rubia joven a precios razonables.


En la esquina el joven homosexual
dirige miradas largas y viscosas a los mozalbetes
mientras los anuncios para broncearse la piel
pestañean nerviosamente.


Calle del delirio, de los ojos maquillados, del ruido,
conozco tus puertas tus anuncios tus semáforos
tus cubos de luz tus steaks tus chow mein
tus ladrillos que suben a un cielo Macke.
Cubos entre la red de constelaciones,
qué hace la luna en el borde de aquella azotea.
Las luces de los aviones parpadean
bajo la telaraña de las constelaciones.


Calendario negro (1968)


Selección de poemas de Rigoberto Paredes


Memoria del solo

¿En qué ajeno paraíso abandonaron

mi humeante corazón, quemado vivo,

las mujeres que amé?

¿Bajo qué cielo raso se desnudan

y muestran victoriosas el reino que perdí?

Yo, en cambio, nada guardo: ni dicha ni rencor.

Una a una me dieron la gloria merecida

y derrotado fui con sus mejores armas.

El amor es la única batalla

que se libra en igualdad de condiciones.

Yo no pude escudarme, devolver las palabras

con la misma osadía, y los más leves golpes

me alcanzaron de lleno a la altura del pecho.

Dado ahora a morir en cama extraña

(orgulloso de mí, en paz conmigo)

cierta gloria atesoro, ciertos nombres

como el viejo guerrero que alivia sus heridas.


Memento

Vencido,

te relames en los labios

un incierto dulzor,

los viejos sinsabores de otros cuerpos.

Nada tuyo queda, nada de cuanto diste

ha vuelto salvo ni recompensado.

El amor es así: gloriosa pérdida

de prendas y batallas,

o, a veces, solamente un injusto recuerdo,

cierto invicto deseo

que juraste guardar más allá de la muerte.


Alguna vez

Alguna vez

un cuerpo se tendió a nuestro lado

y se abrió, sin prudencia,

como una madrugada.

Le dimos cuanto quiso:

piel,

entrañas,

el lujo del amor,

las más hondas palabras.

Una mirada, un hálito, una brizna le dimos.

Alguna vez

un cuerpo se tendió a nuestro lado

y nos dejó

vacíos.


Estación perdida II

Cuanto amé

doy a cambio de la estación perdida.

Con paciente avaricia yo he guardado

dones, heridas, dichas, infortunios,

vanas prendas que el tiempo ha vuelto bellas.

Ahí están,

bajo palabras puestas

ante el límpido augur de la memoria.

El mundo en torno ha sido monótono, aparente,

sólo un confuso limbo de lejanas presencias,

una noria atascada, un áspero cansancio.

Pero amé,

colmando fui de amor pechos y labios

y nada más que cuanto amé queda.

Mas la vida vendrá

cuando en mí resplandezca la estación perdida.


Opus de amor

(en cuatro movimientos)

Convite

Una mujer no basta

para dar de vivir al solitario.

Un solo cuerpo no, una mujer no basta.

El solitario aguarda

en su lecho de rosas

a más de un corazón.

Una sola no basta

para dar de vivir al solitario.

Su cabeza se aqueja bajo sábanas

como animal rendido,

y los ojos del solitario no ven de lejos.

Acérquense las que quieran,

todas.


Post Mortem

No aplacaré con lágrimas

lo que arde en la punta de mi lengua.

De más está llorar

por quien vivió en la holganza,

dando palos a cambio de abrazos y de querencia.

Ahora, en esta hora de la verdad,

en que tus pompas

se estrenan en lo duro y pelado de la tierra,

todo cuanto luciste, ufano y altanero,

pesa más sobre ti

como una losa a imagen y medida de tus restos.

¿Qué otra suerte esperaba

quien en vida olvidó, a su debido tiempo,

que también el poder y sus deidades

pasto son de gusanos, hálito de la nada?

Un áspero hierbajo se abre paso por dentro,

te hiende la cabeza, el pecho, los muñones:

es el estrago tenaz de la venganza,

su lenta mordedura, la soga del rencor,

únicas prendas

que ostenta la oquedad de tu memoria.


La estación perdida. (2001)


Selección de poemas de José Luis Quesada



El cuarto

Me gusta este cuarto porque nada contiene

diferente de mí.

Podría ser mejor, pero así lo hice;

durante años lo forjé como un rostro

para mirarme en él.

Amor, no perfección, encontraréis aquí.

Las cosas que lo habitan

poseen la confianza de la naturaleza.

No son muchas o pocas, existen solamente.

Austeridad y paz me ganaron también,

quizás para que no me distraiga

del resplandor de mis sentidos:

los sentidos en selva de objetos

se fruncen y se nublan.

El uso es la humanidad de las cosas.

Por el uso se vuelven una segunda piel.

Lo que se colecciona por vanidad

o se junta en exceso

vida no tiene, yace muerto,

como perla en el puño del avaro.

La mañana del cuarto debe ser clara,

con los objetos necesarios,

a modo de que no se interpongan

entre el sol y nosotros.


La Cofia de Circe

Era tan bella

que no te hubieras atrevido a amarla

Apollinaire

Una muchacha me trajo al mundo

precedida por un vuelo dulzón de abejas

que permitían hacer el amor a la sombra.

Nunca estuve tan lejos de la sed.

La sabiduría del amor reside en esto:

plantar un buen paisaje en la ventana.

Hecha para la dulzura de una cuadro,

la edénica pareja se besaba,

más que amar se besaba.

La serpiente llegó con su dialéctica

y resultó que había contradicción de clase

y que éramos distintos como sabían todos:

libros leídos con los mismos ojos,

poemas escritos con las mismas manos

habían consumado nuestras máscaras.

Fue así como marché por la calle del fondo

con un frío

que más que nunca la necesita.

Y ahora vienen las acusaciones

de los que no conocen la delicia

de ese árbol de pereza.

“Necio”, dirán, “se enamoró

de una mujer a veces deslumbrante

que lucía mejor en un salón de té

repetido hasta el vértigo

que en el apartamento de un poeta

donde a todo olor se mezcla la duda

y el agua es rancia”.

Y dirán todavía: “Vanidoso.

Haces escándalo porque no tienes

a todas las muchachas de tu parte,

o mejor dicho aquellas

que ha dotado la burguesía de una espaciosa esgrima.

Ahora lloras con la herida abierta,

cuando debías desbrozar tus filos”.

Tenéis razón, camaradas. Ya no permitiré

que otra de ésas abuse. Pero dejad que me reserve

algo para mí, una pequeña justificación lírica:

Tenía unas nalgas tan bellas

que no te hubieras atrevido a odiarlas.


Profecía


Nuestro tiempo es cruel

y difícil. Pero el amor lo sobrepasará.

Unos con otros nos ayudaremos. Unos con otros.

Los bosques y las nubes se mezclarán,

nosotros también, con frescura.

Nos hemos conocido porque era necesario.

No fuimos presentados por extraños

en un concierto o una gira:

la mismísima vida, la luz en unos ojos,

a veces el deseo, otras veces la lucha

es lo que ha unido nuestras manos

que ya no van a soltarse,

ya no van a fallar porque son muchas

y una sola mano querida.

Nos han acribillado. Nos han dejado medio muertos

sobre las cloacas. Nos han partido el corazón

a mano armada. La juventud no fue vivida

o se vivió tan mal, que daba lástima.

¿alguien ha escrito el libro o siquiera el poema

que soñó? ¿Quién tuvo tiempo para la ternura

y la imaginación? Alguien fue adivinado

en su mayor soledad

y conducido a lugar seguro?

Días asqueados

bajo el cielo baldío. Patios regados por aguas del Leteo.

Arrecifes. Cuartos más que pobres,

donde dormimos calentándonos con un corazón bordado en la almohada.

Pero además, últimamente,

el afán de sobreponerse,

de avanzar a través de las espinas hasta el rosal erguido.

Dichosamente el mundo es explicable.

No nos derriba un trueno del Olimpo:

el plomo deletrea nuestros nombres.

Así, hemos comenzado a anotar ciertos hechos,

sus relaciones

y lo mucho que tienen que ver con nuestros accidentes.


La memoria posible. Antología personal. (1990)


II

Su sombra se parece a mi rostro.

Su carne, no la mía, es mi carne.

Quisiera imaginarme como fui.

Recrear un episodio de la infancia

o de la juventud,

igual que antes, cuando la memoria

me acompañaba sin desconfianza.

Los recuerdos, ahora, ella los domina.

Son el paraíso donde trabajo por nada todo el día

o merodeo sin nacer.

Son la poza prohibida.

La luna que corta las manos con su hoja de afeitar.

Quiero olvidar y recordarme

antes de ella, en mí.

IV

Nada, definitivamente afuera. Nada hacia atrás, definitivamente hacia delante. A los lados la Tierra. Apisonada. Infinita. No puedo entrar, volver, no puedo. Me deslizaría en aquel mundo como sobre las líneas de un dibujo. Del otro lado las cosas se arrollan a sí mismas, semejantes al humo dentro de una botella. Imposible el ayer. Yo digo que los reyes, ni siquiera los reyes, pudieron hurtar las cenizas de su amor a esa urna mercenaria.

V

Camino con la fuerza que aún conservo de ella. Yo, por mí, caería muerto. Voy despacio, a la sombra de los aleros; lo más despacio que puedo, para durar. Y yo no sé para qué quiero durar. Mejor sería encerrarme entre cuatro paredes, allá, donde tu imagen no cambia y soy invulnerable. El pasado es el único sitio donde seguimos juntos: ¿por qué querría alejarme demasiado, mi amor?

VI

Con cuánta tristeza estoy sobre el papel. Las palabras te siembran en mí, no te conjuran. ¿Tendré que dejar mi ciudad, mis oficios, para no ver la llama de tus dedos sobre las cosas? Tantos lugares, que tienen y tendrán que ver contigo. No puedo ignorarlos. Se me imponen con la misma firmeza de tu rostro. Para olvidarte tendría que arrancarme los ojos.

VII

La misma mano sostenía el pan, las armas, las caricias; una boca única conversaba en las tardes, citaba el amor, la lealtad y los cantos. Se sabían libres y unidos a la vez, así como las partes de un organismo pueden percibir sensaciones diversas. Ambos guerreros formaban, al parecer, un mismo cuerpo. Sin embargo, cuando vino la muerte, uno de ellos siguió andando: la estocada atravesó limpiamente a uno sólo.

VIII

No puedo ser objeto de mi angustia porque ya soy su extraño. Únicamente en el deseo, en la humazón de la locura está fresca su huella. No he de abarcarla aunque mi pecho creciera hasta los astros. Estaré solo para siempre: me nací de ella con todo el poder de mi corazón infantil y no sé retornar adonde estuve antes de ella. Un desgarrón me inunda el cuerpo; a lo mejor me muero al tropezar o doblar por la esquina. Os decía: ella es el mundo, salvo para mí. Otros podrán verla, pero yo no la veré más; será otra, aunque sea mi amor. Su presencia es real en otro mundo donde yo soy irreal. Ha muerto para mí, yo soy su muerto.

X

¿Qué sitio es éste, dónde me dejaste? Toco lo que no veo. Me acostumbro a la vida. ¿Recordaré estos dibujos que hago con tristeza mientras paso? ¿Seré el que estuvo en ninguna parte? Debo atesorar cualquier sensación para no caer; darle oficio a mis ojos, un trabajo justo a mi corazón, en el que haya ganancia para mí. Voy dormido con ella entre los brazos. Me quisiera correr hasta morir.

XI

Un cuarto donde estar, recoger mis pedazos y unirlos con ternura. Donde mi soledad sea humana y yo la reconozca y sepa que es igual a la que anda en la calle a la altura de cualquier corazón. Un lugar para ocultarme de ti, que estás en todas partes encarnizada y sucesiva. Un lugar sin ti y sin mí, porque yo te pertenezco y tal vez la única forma de poseerme otra vez sea la muerte. Yo me he quedado lejos: tú y yo me abandonamos en el vértice mismo de la separación.

XII

Me alejo, me alejo hasta el fin, no estoy, no voy conmigo ni con nadie, no soporto mi risa, mis gestos que ejecuta un remoto asistente. Mi pelo ha encanecido de contener el llanto. Me voy, me voy, no quiero, no me quiero, no me tengo nostalgia, no me necesito, cierro mi cuarto con un portazo en los ojos. Vivir, tal vez, como una pupila errante, con mi escudilla y mi tambor y un traje de colores que atraiga como miel a los niños. Ojalá no vinieran mis amigos, ni la memoria de mi padre, ni el recuerdo del hogar, ni tu sombra que me ha secado el corazón, ni los sueños donde ahora me persigues redoblando el espanto, ojalá derribara las columnas, de una vez, sin escándalo, con un ruido de cunas.

XVI

Escribo este libro a fuego lento, para olvidarte, pero no es para ti, sino para los que acompañan la soledad que me dejaste. Siempre amé, más allá de una mujer, al hombre de la otra cerca y de esta; siempre tuve el amor de un ser humano a mi lado. Canté al triste y al ebrio que se enreda en la miel de la vida. Cuando no pude compartir el pan, compartí la poesía. Quiero dar un grano de sol al mundo en que viví. Que otros me recuerden, aunque tú me olvides.

XVIII

Pensamos que pronto acabará todo.

Pensamos que vendrá una mujer

y nos lavará y nos tenderá en una cuerda.

Pensamos que brillaremos entonces,

que adivinaremos a los pájaros,

que las palabras serán por fin un consuelo,

que los gestos de los amigos serán por fin capturables,

que nadie sufre en vano

y que el olor del limonero será tan antiguo como el

comienzo de nuestra soledad.

Creemos, no podemos dejar de creer, que viviremos

mucho tiempo.

Entre tanto, cada día nos cuesta un mundo.

XXI

Busca siempre los ojos que te buscan a ti.

No pierdas tiempo en otros brazos:

un día sabrán lo que quieren

y te arrojarán, extrañado.


XXIII

La máscara fue lo que atrajo tu mente

y luego puso tu pecho a palpitar,

no lo que hay tras ella.

W. B. Yeats

Amé una máscara, y tal vez debí amarla hasta el final.

Tal como era, me quiso ¿Podía acaso tolerar otra forma?

Era fiel esta máscara.

Los huecos de sus ojos a veces se llenaban de ternura.


Sombra del blanco día (1987)

Jonás, fin del mundo o líneas en una botella (1980). E. C. Bulnes



29-IX

                                                             hablar del mundo
y de un otro como el otro mundo. Y del lenguaje
como el más completo medio de comunicación humana.
Y de una, de otra, o de ti; Muerte, como la otra vida.
Y de un blanco relámpago desnudo
de dos blancos desnudos como dos piedras
juntas en la punta de una torre libres del río
lejos una en otra ya como un chorro de lluvia
que era dos en la ventana de noche sin ver
en el cristal lo que se vio por el otro;
o un barco que salió de dos nubes y se fue
sin verse más sobre la tarde, o dos raíces fuera
de la tierra, sin historia, una a otra,
encarnadas bebiéndose sin medio ni distancia
para gritarse o decirnos amor, manzana, paraíso,
entroncadas en uno en lo que es de uno



16-IX

Pues bien, en aquel tiempo, una vez,
y de esto hace bastante,
iba en un carruaje. Oscuro.
De qué color, no sé, tal vez de arena,
de insomnio, de camino. No sabía
quién era, ni lo suponía.
Únicos viajeros nos confiábamos
al cochero invisible. Chirriaban
las ruedas sobre la nieve,
y en la oscurana de agua al fin se vio
que lo estampado era la carne
viva de tatuajes.

17-IX

Érase una noche ocre como para callarse
de no ser el ruido del coche oiríamos las estrellas
que nos vienen como gajos corintos,
como racimos trasudando escarlatas.
Llegamos a una parte, sola: Página Blanca,
y pensamos oír: no ver demasiado lo blanco: ciega.
A su tiempo cada quien deja su libro
mediando silenciosos solitarios. Uno baja después
para no subir más. Al bajar, ¿nos confundimos,
confundimos los libros? El carruaje ha seguido,
metiéndose en el bosque, en una bruma púrpura.

El día sigue a la noche en des-cubrir
la ciudad.

18-X

La diferencia de los hijos
de la tribu de Leví está aquí
en la verdad de su corazón. Que esta
poesía i-rreal de Jorge Trakl nos pese
más que el realismo de “El Canto General”
es del vero cristal de mis ojos de Amnón
de la noche imposible. Vos, noche virgen,
tenés el peso oscuro, y vos, verdad
a oscuras, peso de siglos.


18-X

Manos llenas de gasa de Muerte estas
de Celan luchando por huir del velo
de la palabra, -no tu secreto fiel,
Penélope-. Sagrado tuyo, Yocasta.
Ay, que eres ciego rasgándolo.  
Inservible tu deslumbrado rojo. Fuera,
inútil, a arder vacío, quedar
para siempre en Colono perdido.

21-X

Tú ansías expresar las cosas.
Déjalas. Se expresan. Que se expresen.
-Si nos expresaren-. Deja
que la palabra se diga. Sea la pintura
la que haya de buscar la manta,
el cuadro, el color. No al revés. Nazca
con él. Bien sentimos que en nuestra boca
la palabra agoniza. Bien sabemos
que en nuestra mano la palabra muere
para re-vivir en el poema, en poesía
cuando Poesía la halla. No encuentra.
Es encontrada. La re-encontrada.
A lo mejor se encuentren, entonces,
y siempre lo uno no es sin lo otro
así como la flor no es por hallarla,
sino por hallarse. La energía crea
a la materia como la función al órgano.
“Haya luz”; (Génesis-1), y hubo luz.


2-III

Aquí se está en un saco, cosido,
con un gallo, un gato y un mono,
en el mar, y dentro de la ballena.
Todo está en descocer el gallo –el saco-,
deshacerse del saco –del gallo-,
del gato y del mono. Y entrar de lleno
hasta el píloro, quizás al cardias,
más no, arriba no. Prohibido. Sagrado.
La salida es por el culo.


20-VIII

Tú sabes, Muerte, que si leo,
es el perdido libro
de Jaser
cuando se detiene el plenilunio.
Mi poesía es todo lo que no es
desde antes muy antes del primer cautiverio.
Que si alguien nos acompaña
en este río de sombra, ah, Caronte,
es mi perro,
gemelo del perro de Tobías
en el único parto de la hembra de Cancerbero.

27-V

                                                    El carnicero     
apareció ya con el alba degollada.
Hubiera sido un claro día.
Pero el carnicero está aquí,
con el cuchillo, blandiéndolo,
y la sangre, ay,
manando de la garganta.

29-11

Y sucede que Judit vuelve, y está aquí,
ante Holofernes, ebrio, denso púrpura
quitándose los espaldares de oro,
el pectoral de plata, el férreo casco azul,
las perneras de bronce, tendiéndose
en la invalidez del cuello, el descuido
del pecho, la confianza del vientre,
dejándose a la impotencia de la periferia
y franqueándonos por el centro. Soledad.
El amparo del arma, afuera. Yacente.
Judit, desvistiéndose. Huele la selva virgen
de la noche, bullen las cataratas de la noche,
llamean las antorchas en la gruta de la medianoche.
Desnuda: suntuosa, vestida, de sortijas, sonríes.
Centelleo de alfanjes circulares, constrictores,
succionantes. Labios ibis en vuelos
rozándose las alas encerrando lo hondo
del encuentro. Pupilas dilatándose, contrayéndose,
suspendiendo, adormilando la paloma del viaje.
Aluzas, Ciegas. Se y se cierra para gustar,
saborear, devorar, engullir lo que no posee.
Troya arrastra el caballo de palo,
el oscuro trofeo equino,
y en el animal obscuro Edipo vuelvo y entro
en demanda de Tebas, del hogar, de mi cuna,
del reino de mi madre. Edipo busca por adentro.
Judit busca por afuera. La madre se ha cortado
al romperse el cordón y Holofernes, por degüello,
te escapas de un salto mortal.
Lloro de troyanas. Desbande de asirios.
En tierra dos ejércitos, dos detritos, dos bultos,
vencidos, en la blanda arena azul
de un agrio abandono lunar, amaneciendo.

El sucio barrendero deja las calles limpias. 


13-IV

                                              Hay que cazar la hora.
Cuando Dante la cace escribirá La Comedia.
Un minuto más, un minuto menos, no podría.
Hablará con los muertos de él como antes
Homero con sus dioses. La poesía es un diálogo
consigo mismo, aún en momentos cuando
parece ser con otro semejante. Diálogo de uno
ante algo, ante alguien –en esencia- fuera
de forma, de la forma. Nunca entre hombres.
En poesía no hay ilusiones ópticas,
ni auditivas, ni de ninguna otra especie.
Si tal fuere, sí, pues equivaldría
a la conversación que el hombre
-como en una sala de espejos-
sostuviera con sus imágenes (anamorfosis)
equívocamente reales.
Real el surrealismo.
Para conocerse mejor
hay que conocer a los demás.
No hay mundo si no hay un hombre en él
y no hay hombre si en él no hay un mundo.
Para verse, ver;
para ver, verse.
Aquí el encanto fatal del iris de Narciso.
En un mundo en que no existiera
lo que la costumbre considera
únicamente como espejo,
el hombre se vería,
volvería a verse en los otros,
o en los no otros.
Aquí el fatal desencanto del iris de Narciso.
El ojo hace el espejo de él.
Del ojo –espejo vivo- al espejo muerto
-la copia-.
Siempre se ha tenido espejo,
aunque estuviere encubierto.
El hombre es el espejo del hombre.
La viva imagen, consciente,
fuera del espejo.
El espejo es hacia atrás.
Y hacia adentro.
El espejo es la muerte de la imagen.
Si no hubiera cómo ni en qué
poder verse – y vera para mirar,
distinguir para diferenciar-
el hombre se ignoraría
en su precario instinto de conservación
a tal modo de enojarse,
si esto le cupiere,
contra el estorbo
en que casualmente tropezare,
y le diría: -si esto le cupiere también-
bruto, imbécil, estúpido,
y le daría una patada,
pues el estorbo no sería esto que es
sino otro, imbécil, que me molesta.
He aquí lo que hubiera sido hombre.
¿Qué?
¿Qué digo yo sin no ser acto de decirme,
sin moverme en el ansia, en el sueño,
en la memoria?
¿No se es ni se tiene más que el acto solo?
¿Qué puedo decir que soy
sin moverme en el saber, en el sentir
que soy? ¿Y qué es lo que sido
sin el hombre? ¿Ha habido hombre
aquí, allá, ayer, ahora?
Si así fuese hubiera sucesión,
y si hubiere sucesión habrá permanencia,
si habría permanencia hay universalidad.
Sucesión no es repetición
como repetición no es igualdad fuera de sí,
si no en sí, sino en sí
por esto de lo móvil del hombre
a lo inmóvil del ser,
no al ser inmóvil, no de ser,
y conquistar, re-conquistar
desde el ser del estar
la permanencia universal del ser.

Ser sin imagen.
Fuera de ella, caos, confusión,
bruma de Babel, la torre trunca.
¿Si no en ella en dónde entonces, ya asunta,
la colmada asunción de él,
por él, con él y para él?
¿En dónde si no en ella el ser del tiempo,
el tiempo del ser, de ser del ser; de ser,
y ser tiempo en esencia
y permanente esencia única de verdad?

14-X

Vivimos de amor y con amor,
de la fe nos mantenemos,
de la esperanza que nos sostenemos
verdaderamente pobres de solemnidad
de las cosas de la tierra. (El mundo
es otra cosa.) Vivimos de caridad
sin comprarnos nada regalándonos todo.
Vivimos de la caridad, de por vida suya,
de la caridad de vida de por vida.
Nada nos sobra. Nada nos hace falta.
Nuestra abundancia colma los veranos
para los otoños y los inviernos pálidos.
No conocemos otro cielo más que éste
que a lo mejor es el único,
el mismo que da sobre esta parda ciudad
la comba ala de su pájaro azul
reclinando de tarde en tarde
la bella cabeza sobre nuestra cabeza alzada
en alto, en vilo, rozándose.
Entre nos hablamos de tus ojos,
de tus manos mías, de mi frente tuya,
de tus zapatos y mi camisa,
de las sábanas con nombre tuyo y mío,
en monograma;
de las dificultades para mantener
siempre limpia la casa
con tanto polvo afuera,
silenciosa con tanta bulla de carros,
fresca ante tanto calor
y seca entre tanta humedad.
De lo caro de los víveres, la subida
de precios, los impuestos,
el alto costo de la vida.
De los poco amigos que tenemos
pero buenos como el pan y escasos
como los buenos libros, y hasta
de lo desconocido. De los mismos
gratos recuerdos que sólo a nosotros
hacen gozar porque somos
nosotros mismos; de lo que hicimos
este año y de lo que haremos 
en el próximo; del sueño que tuvimos
y resultó verdad. De los niños
que se pierden en la plaza,
de los jóvenes que se embriagaron
antes de que comenzara la fiesta
y no se dieron cuenta,
y de aquella que se volvió triste
bajo la lluvia; del baile que no hubo
porque no había luz,
y de la vieja lámpara
que hicimos funcionar en la tiniebla
hasta que nos halló el alba,
en nuevo día,
solos uno en el otro,
los dos en nubes en verdadero música
bailando enamorados.
Del juego que iba a haber
y era mentira. De la muchacha
que encontraron muerta
y no se supo quién era. Del joven
que con varios amigos tuvo un accidente
fatal pero sobreponiéndose los llevó
a la clínica, llamó a los padres
y se fue a su casa
a darse cuenta con su madre
que iba muerto.   
 

21-X

En absoluto no es necesario para nada
el poeta en el mundo. Nunca. Desde la vida
de su poesía nunca se da solo, sólo
en su poesía para entrarnos a la poesía,
a la vida poética, a la vida de la poesía,
a la otra vida, a la poesía del hombre,
de la vida y del mundo, y darnos de todo
a lo sumo sólo la imagen sola
para hallar en ella nosotros solos
la medida sólo de nuestra sola imagen,
la medida del silencio, del silencio
a la palabra, del espejo al espejismo,
de la realidad, de la realidad a la ficción,
de la verdad a la mentira, de la muerte,
de la muerte a la vida, la proporción
de que la ficción es a la muerte
lo que la muerte es a la nada,
o la identidad de que la verdad
es al amor lo que la realidad es a la vida,
y en esta dimensión poder saber
hasta dónde son en ficción amados
los bellos ídolos del amor o en verdad
amado el dios vivo de Amor,
y hasta dónde somos y estamos de verdad
en el tiempo de la vida o en la vida
del tiempo y en el ser de la vida
o en la vida del ser y ser vivo tiempo
del ser, o si estamos y no sabemos
en la ficción del ser como ciegos peces
de una imposible antártica inexistente
para un principio desde el principio
muertos en el fondo, o en el boomerang
de nadie perdido para nadie,
o en el salvaje hielo de una navaja
de afeitar no tanto porque se nos empuje
una muerte distinta, brutal, salvaje,
que al fin y al cabo se habría de conocer,
sino que por ella se nos presenta
como humano algo no humanoide, humanesco,
algo que no llega desgraciadamente ni siquiera
a la más triste sombra de un árbol hecho piedra.
Es nada. Casa del ser: casa de Dios. Nada.
Puras palabras. No más acto de ser del ser.
Esta flor. Esta hierba. Nada.
Sangre de Abel y sombra. Nada.
Palabras. Cuajos de luz. Simples palabras;
pura palabra, pura. No sé dónde qué
en lo más recóndito de este pañuelo blanco.

22-V

Yo no hube, no habría querido esto.
Hubiera querido, no sé, otra cosa.
Hasta habría, quise huir de la Voz.
Yo no he querido esto. Quería otra cosa,
otra orilla de luz.
Qué importa lo que yo haya querido.
La voz me subía por acá, y hoy,
con los labios quemados, no querría más,
no quisiera menos.
Y qué importa lo que quiera o quisiere,
lo que hubiera o habré querido.
Aquí, desencantado, des-encantado todo,
no puedo ser feliz.
Sin espejo ni marco esta alegría:
no seré feliz.
Gozo este infierno.
Vivo.
Alegría sin marca en esta ardiente arena.
No querré nada en este hirviente polvo.
Ya este infierno es mi paraíso.
No quiero nada.




Edilberto Cardona Bulnes, Jonás, fin del mundo o líneas en una botella (1980)