Mostrando entradas con la etiqueta Edilberto Cardona Bulnes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Edilberto Cardona Bulnes. Mostrar todas las entradas

lunes, 6 de octubre de 2014

Las portadas e interiores de Jonás o Líneas en una botella (1980) y de Los Interiores (1973)

Portadas. 

 Esta obra se imprimió por EDUCA, San José, Costa Rica, 1980. 5 mil ejemplares en rústico y 100 numerados, ante la responsabilidad del autor por encargo del Consejo Metropolitano de Tegucigalpa a través de Henry Merrian W.

JONÁS O
 AL FIN DEL MUNDO

 LÍNEAS EN UNA BOTELLA
JONÁS. 

Fotografía de Edilberto Cardona Bulnes. 

PD. Fotos cortesía de Rolando Kattán. 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Portada de "Los interiores". Edilberto Cardona Bulnes


Durante muchas décadas se desconocían las carátulas de los libros de Edilberto Cardona Bulnes, a excepción del cuadernillo que elaboró la Editorial Universitaria que se titulaba 5 poemas de Edilberto Cardona Bulnes publicado en 1997. Gracias al poeta José González, quien a su vez agradece a Rolando Kattán la cortesía y hallazgo, conocemos la mítica de Los interiores, con la que obtuvo el Premio Café Marfil, en Elche, 1973. Conservamos íntegro Jonás, fin del mundo o líneas en una botella (1980), en fotocopia, pero sin su portada. 


 

viernes, 21 de febrero de 2014

Un acercamiento a la poética de Edilberto Cardona Bulnes. José D. López Lazo







José D. López Lazo


“Mi poética. Mi poesía. Palabra hasta donde me ha sido posible, / sin mí y sin lengua en si/ en asunción de cuerpo y alma” 
(LÍNEAS EN UNA BOTELLA, Jonás).

   En los últimos años, en lo más intenso de su obra poética publicada1; Cardona Bulnes (Comayagua, 1935-1991) fue recogiendo su poesía a un estado de “suspensión” mística, a una abolición del “yo” de todos los días para alejarse –como una asceta- a un espacio espiritual que estaba fuera del Logos, de los sistemas, de la lengua. El veía al poeta como un “apóstol”, un “enviado”, un “relator” de desatadas fuerzas divinas que estaban más allá de él, de su yo social; fuerzas que lo utilizaban para revelarse, más que analógica, una poesía anagógica… solo para una especie de hermandad de lectores creyentes del valor revelador y convocador de la palabra poética.

Esto lo alejó radicalmente de su tiempo, de los códigos poéticos oficiales que imperaban en la literatura hondureña de los setentas y ochentas.

Eran los años del compromiso social y la memoria. La poesía de Cardona Bulnes era una genial excepción a la moda poética de aquellos años. Consideraciones literarias aparte, Cardona Bulnes nunca quiso aislarse: casi todos sus libros y uno que otro poema suelto fueron enviados a concursos aquí y en el extranjero, resultando premiados casi siempre. No obstante, en Honduras la circulación de sus libros fue y es limitadísima. Unos cuantos poseemos fotocopias de algunos; quizás, uno que otro cuadernillo y, remotamente, poemas sueltos publicados en revistas y periódicos por los pocos amigos que tuvo en vida.

En “Jonás, líneas en una botella”, exhorta:

“Tú ansías expresar las cosas. / Déjalas. Se expresan. Que se expresen. Si nos expresaren. Deja/ que la palabra se diga. Sea la pintura/ la que haya de buscar la manta, el cuadro, el color (…) Bien sabemos  que en nuestra mano/ la palabra muere/ para revivir en el poema, en poesías/ cuando poesía la halla”. 
JONÁS P. 27

Las cosas se revelan, ellas mismas, mediante poesía, a través del poeta y no al revés como se estilaba en su tiempo. En las palabras se manifiestan las cosas. En poesía se buscan; buscan el momento del reencuentro simbólico con la esencia primitiva del verbo:

“La belleza no es plasma de poesía/ su asunto: la esencia”.
 JONÁS. P. 66

¿Y qué es la esencia? Lo que está desde ayer, hoy para siempre fijado: Dios. La poesía para Cardona Bulnes es un asunto de revelación divino: Zarza de Yahvé prediciéndonos desde la Noche. Y la vía para acceder a nosotros es el sonido, la armonía, el ritmo, lo gráfico en la estructura morfológica de las palabras. Y el mito. Un discurso poético que nos viene desde antes del Logos. Desde la noche.

Cuando Dios estaba con los hombres decía, y al decir nombraba y al nombrar creaba. Dios estaba en todo y cada cosa sonaba en su palabra; es decir, en su nombre. Todo obedecía a un nombre, vivía en un nombre. Hablar, proferir, la palabra-símbolo era re-unirse, con-vocarse las cosas y los seres. Más que sociedad, una comunidad. Todo, todos, se hallaban –eran- en las palabras. Un vínculo suprahumano nos unía en ellas. Cuando Dios se va, o cuando el hombre se va de Dios, el camino para recuperar el nombre de las cosas, según Heidegger, es la poesía, el poeta, porque poesía es recuperación de la esencia comunitaria del hombre. Cardona Bulnes es el “enviado” en la poesía hondureña que acomete esta empresa…

“Las cosas se dicen en los sonidos de su carne
La palabra es la voz sensible de su esencia”
JONÁS P. 124

El significado –signo lingüístico- ya no es producto de un pacto arbitrario entre los hombres; al contrario está allí, motivado, viviendo de algún modo en el significante. Poesía que vuelve a sus orígenes. Poesía que no quiere ser más que poesía.

Una obra así, concebida así, necesitaba poco de la referencia, de la realidad social. Cardona Bulnes se sabía una excepción. En un país como el nuestro esto equivale a olvido, soledad, ninguneo… Quizás a esto se deba que su último libro de poesía en letra impresa, el “Jonás”, es una verdadera poética. Su poética. Allí afirma, justifica y defiende su poesía. Y como toda poética, hace una revisión, valoración y relectura de la tradición intelectual y literaria que le ha sido cara para justificar la dignidad de su poesía.

Buscó lo suyo en realidades más vastas y ahistóricas. Convocó en los grandes mitos griegos, hebreos y universales, la “esencia”. Los leyó y se leyó. Se proyectó en ellos. Hizo una lectura simbólica, personalísima, “propia”, privada, de estos grandes textos. Un viaje interior, una poderosa aventura verbal en busca de su conciencia. En ella proyectó su experiencia a la luz de la mística; en la apertura del alma humana a lo divino:

“Me di cuenta que ni yo mismo soy mío, / que lo único mío era el acto, de “mi” propio corazón ardiendo en propio fuego, creciendo, / subiendo en propia llama hasta mi alma, / y abrirla…”
JONÁS P. 112

Lo místico como una “carencia”… y la poesía como su “plenitud”: la “plenitud de una carencia”; la poesía de Cardona Bulnes está llena de esos contrasentidos tan propios del estado místico:

“y la poesía se hace sentir,
hace sentirse no como plenitud vacía
sino como un vacío pleno de la ausencia”.
JONÁS P. 126

El poeta influido por la mística oye, ve y convoca a las cosas cuando las expresa; como Orfeo, las trae “aquí”; la palabra, el símbolo poético tiene poderes demiúrgicos:

“El signo/ lleva a la cosa y el símbolo nos la trae.
La luz lleva a la ¡luz! ¡Luz!: ¡Hela aquí!”.
JONÁS P. 128

Cuando dice “¡Luz!” no quiere señalar, transferir, apuntar; quiere mostrar, aprehender, tener; que la cosa sea; desde la experiencia simbólica del místico la está viendo, se le está revelando…
Las palabras cosas buscan coincidir en su unidad original. Y esa palabra símbolo nunca es totalmente inteligible a ojos y oídos humanos: formas y sonidos; armonías y música, buscan que se revele en nosotros, como esa “Luz, realidades más vastas, profundas y esenciales que las de todos los días.
Versos que se hacen desde la pura percepción, desde la más pura transparencia; no claridad, transparencia: ver, oír sentir las cosas en el mismo cuerpo de la palabra:

“Yo a los brillos –a las palabras que brillan- prefiero la transparencia”
JONÁS P. 19

En nuestro caso, esta “transparencia poética” es principalmente auditiva, así privilegia los recursos fónicos del verso, principalmente dos: la aliteración y la paronomasia: yuxtaposición, acumulación, mejor, “encuentro de palabras de sonido parecido o análogo. “A partir de esa contigüidad fónica en las palabras –vértigo de palabras-; a partir de ese volver a juntarse de palabras que estaban, están, hermanadas por “los sonidos de su carne”, se busca entrever su símbolo esencial su significación originaria, el momento primigenio en que Dios las dijo…

Poderosa oleaje de sonidos y formas invitándonos, más allá del Logos, a que algo se encienda en nosotros; a descubrir algo de nosotros en Ellas. Oigamos, no escuchemos, solo oigamos la alegría, un momento de alegría del poeta…

Aquello esto de ahora siempre mañana otra vez tejado en cuadritos de amarillo sirio y cirio amarillo y sepia de paja de caminito/ y celestito de florecita anónima de solito/ camino y gris sollozo de fresaniña. / Plata machetilla hendiendo leña. / Sala dormitorio hacia levante sacando en sucio blanco pared de cal en pésame de fenecida/ sombra. Puerta de caída pintura gris/ de lluvia y tiempo dando calle mate silencio de uniforme y agrietada plancha. Café aroma recién hecho en cocina corredor mirando patio/ pájaros hojas y gritos ya de vías anaranjadas/ y canto de puerta de caída pintura gris/ de tiempo en desgarres de translúcida brasa color/ libertad y vida. Esta mi alegría de roja claridad/ barquitos en charco con pétalo aleteando/ mariposa de rosa parpadeando sobre tierra…”
JONÁS. PP.39-40

Al final se orientó a un misticismo de influencia cristiana y desde ahí se le reveló el símbolo esencial de la Patria: Lempira.

En una sociedad sin símbolos verdaderos que la cohesionen; en donde las cosas no se corresponden con la palabra, con “los sonidos de su carne”; en donde las palabras han degenerado en mentira y charlatanería. Cardona Bulnes buscó una representación simbólica que nos una auténticamente a los hondureños.

En el libro póstumo “¿Quién miente sobre Lempira?2 defiende la integridad del mito de Lempira, la cual vio amenazada por un texto del historiador Mario Felipe Martínez Castillo; el poeta defiende los valores universales, cohesionadores y religiosos de Lempira como mito: símbolo originario de nuestra nacionalidad; Martínez Castillo esgrime una verdad histórica hecha a partir de un documento colonial redactada con palabras humanas…

Cardona Bulnes enfrenta, en este libro, al historiador en su campo, pero, en realidad, no está con la supuesta objetividad científica, positivista, histórica de Lempira; defiende la verdad universal, transhistórica del mito porque allí vio el momento esencial del origen de la comunidad hondureña. Una visión religiosa cristiana. Lempira y su sacrificio como Cristo se ha hecho carne en los hondureños. Una realidad que no sabemos a ciencia cierta si el gran historiador Martínez Castillo estaría en condiciones de comprender. El poeta dice:

“Lempira: el indio, el principio de nuestra dignidad, e identidad nacional, profundamente herida en su costado (…) Ver con nuestros ojos físicos, y contemplar con los ojos de la inteligencia, con los del amor, y la esperanza, nuestra propia raíz, es absolutamente urgente, y necesario.

Para Edilberto Cardona Bulnes la poesía fue un Credo. Una forma religiosamente auténtico de ser. Más allá de la evanescente historia, confió en la poesía como un pilar para encontrar los símbolos inmutables que nos revelan como hombres, como comunidad. Es otro de nuestros grandes poetas olvidados a la espera de que se les estudie. Se les honre. Se les haga justicia.


San Pedro Sula, 25 de julio de 2012.
Correo electrónico: Jdiomedes61@yahoo.es

Notas
1.-He trabajado básicamente con fotocopias de dos libros de poesía de Cardona Bulnes: Los interiores. Elche, España, Tipografía Dura, 1973; Líneas en una botella. Jonás. San José, Costa Rica EDUCA, 1980.
2.- ¿Quién miente sobre Lempira?”, San José, Costa Rica, Editorama, 1999.
3.-Agradecimiento muy especial al Lic. Segisfredo Infante que generosamente me facilitó las fotocopias de los dos libros de poesía de Cardona Bulnes.

jueves, 1 de noviembre de 2012

13-IV. Edilberto Cardona Bulnes


Torre de Babel. Pieter Brueghel.


13-IV

                                              Hay que cazar la hora.
Cuando Dante la cace escribirá La Comedia.
Un minuto más, un minuto menos, no podría.
Hablará con los muertos de él como antes
Homero con sus dioses. La poesía es un diálogo
consigo mismo, aún en momentos cuando
parece ser con otro semejante. Diálogo de uno
ante algo, ante alguien –en esencia- fuera
de forma, de la forma. Nunca entre hombres.
En poesía no hay ilusiones ópticas,
ni auditivas, ni de ninguna otra especie.
Si tal fuere, sí, pues equivaldría
a la conversación que el hombre
-como en una sala de espejos-
sostuviera con sus imágenes (anamorfosis)
equívocamente reales.
Real el surrealismo.
Para conocerse mejor
hay que conocer a los demás.
No hay mundo si no hay un hombre en él
y no hay hombre si en él no hay un mundo.
Para verse, ver;
para ver, verse.
Aquí el encanto fatal del iris de Narciso.
En un mundo en que no existiera
lo que la costumbre considera
únicamente como espejo,
el hombre se vería,
volvería a verse en los otros,
o en los no otros.
Aquí el fatal desencanto del iris de Narciso.
El ojo hace el espejo de él.
Del ojo –espejo vivo- al espejo muerto
-la copia-.
Siempre se ha tenido espejo,
aunque estuviere encubierto.
El hombre es el espejo del hombre.
La viva imagen, consciente,
fuera del espejo.
El espejo es hacia atrás.
Y hacia adentro.
El espejo es la muerte de la imagen.
Si no hubiera cómo ni en qué
poder verse – y vera para mirar,
distinguir para diferenciar-
el hombre se ignoraría
en su precario instinto de conservación
a tal modo de enojarse,
si esto le cupiere,
contra el estorbo
en que casualmente tropezare,
y le diría: -si esto le cupiere también-
bruto, imbécil, estúpido,
y le daría una patada,
pues el estorbo no sería esto que es
sino otro, imbécil, que me molesta.
He aquí lo que hubiera sido hombre.
¿Qué?
¿Qué digo yo sin no ser acto de decirme,
sin moverme en el ansia, en el sueño,
en la memoria?
¿No se es ni se tiene más que el acto solo?
¿Qué puedo decir que soy
sin moverme en el saber, en el sentir
que soy? ¿Y qué es lo que sido
sin el hombre? ¿Ha habido hombre
aquí, allá, ayer, ahora?
Si así fuese hubiera sucesión,
y si hubiere sucesión habrá permanencia,
si habría permanencia hay universalidad.
Sucesión no es repetición
como repetición no es igualdad fuera de sí,
si no en sí, sino en sí
por esto de lo móvil del hombre
a lo inmóvil del ser,
no al ser inmóvil, no de ser,
y conquistar, re-conquistar
desde el ser del estar
la permanencia universal del ser.

Ser sin imagen.
Fuera de ella, caos, confusión,
bruma de Babel, la torre trunca.
¿Si no en ella en dónde entonces, ya asunta,
la colmada asunción de él,
por él, con él y para él?
¿En dónde si no en ella el ser del tiempo,
el tiempo del ser, de ser del ser; de ser,
y ser tiempo en esencia
y permanente esencia única de verdad? 

viernes, 16 de septiembre de 2011

Final del éxodo. Edilberto Cardona Bulnes.

Foto del cementerio de El Marillal, Choluteca.


Mi padre dejó de estar aquí un treinta y uno de marzo.

Se fue en la madrugada y se internó en la tarde.

A las últimas paletadas de tarde quedó un bulto

de nubes que lo tragó la noche.


Le vestí yo. Y mi hermano. Juntos lo pusimos en la caja. Mi madre,

buscó con Cristo una medalla, en cruz, para el pecho, y un velo

para el rostro, en su baúl, y una sábana blanca

que trajo un hondo olor secreto a sacro bosque.


Prendí la cruz en su camisa mía y le enlacé las manos como

lo hacía, dedo a dedo, sin pesares. No hubo menester de cerrarle

los ojos. Ni la boca. La cabeza la dejó, de lado, y el corazón,

oblato…así como si rozara una orilla blanquísima.


Yo no quería abrir la Casa. Salí, dejándola cerrada

a telefonear a mis hermanas. Volví con Ángel. Mandé abrir la fosa.

Hice el altar. Ángel se fue a terminar unos encargos, y, por primera vez,

los tres: mi madre, él, yo, a puertas cerradas, cada quien quedó solo.


Yo hubiera deseado no tener que abrir. Me refugié

en mi corazón, en lo remoto blanco. Y no sé.

Pero tuve que abrir bajo o sobre mi corazón,

ante dios, desde él. Mi madre y yo rezamos solos.


A las tres doblaron. Mamá se sobó la frente, y dijo: “Vaya, pues,

que le vaya bien. Que dios lo bendiga.” Yo le palpé las manos. A las

cuatro fue la Misa. Y el coro del colegio lo subió a una iglesia de música.

Y sin ver aquí seguía yo oyendo en la luz ante el obispo acá a San Mateo.


Llegamos al cementerio. Vi descender la caja, caer la tierra a lo profundo.

Alfredo, un estudiante, como Tobit, agarró la pala, Moncho, y otros hombres,

y las manos sudando fueron como verano victorioso.

Niños aparecieron sembrando flores sobre la tumba alta.


El diez de abril quemé sus últimas cositas: -había ya quemado

su frazadita verde- su camita de ocote, su colchoncito,

su sabanita, su almohada, sus zapatos viejos, sus tres camisas,

su pantalón café, su pailita amarilla, su tacita acua, y su jarrito rojo.


Dos hermanos y yo le dimos fuego. Mi hermana se entró con Juana.

Bertha y yo nos quedamos viendo los últimos carbones.

Y lloramos. No había viento.

Las cenizas quedaron en el patio.


El lunes once di parte de su muerte. -“¿Nombre?”- Rafael.

1890. de Gregoria Cardona y de Lorenzo Andrada.

“¿Profesión?” –Zapatero.- “¿Escolaridad?” –Secundaria.

-“¿Deja bienes?”-… (El me enseñó a servir, a leer, a pensar…


Me dijo ya para morir: “Ya me voy. Me voy al cementerio.

Dios es el creador de todo el universo y de todos los hombres.

He tenido la fortuna de tenerte, que Dios te proteja.” Y viendo a José,

refiriéndose a mí, agregó: “Es tu hermano. Es tu hermano.”


Le pregunté que cómo se sentía, y respondió que bien.

Sólo dos veces lo vi en vida abandonar la cabeza.

Eran las vísperas. Ah, cómo deseaba volver a oírlo conversar,

referir leyendas, historias de caminos, una historia.


Jamás habló mal de nadie y jamás habló mal.

Unos meses antes que le leía no sé a quién y a Char, le dije

por ver si estaba atento, “ ¿Te gustan?” –“Sí, mucho,

los dos son buenos”…No sé si era a Rimbaud.


-“¿Deja bienes?”

… “pero Char es tan denso.”)

-Ninguno. (Eso. Esto.

Este poema es suyo. Pero esto no es nada.) Nada.



Edilberto Cardona Bulnes

Comayagua, 1977.

jueves, 11 de agosto de 2011

21-X. Edilberto Cardona Bulnes

Arturo Luna (1927- 1978)
pintor hondureño

Yo no digo que no haya poesía

de la que vende pan, carne, café,

del conductor a ti,

de ti al peluquero.

Unas palabras que se cruzan.

Una sonrisa.

Un gesto.

O de mi perro a mí. Otras palabras.

Otra sonrisa. Otro gesto. De lo mismo.

Y todo intento por intercomunicárnosla

es de agradecérnoslo,

aunque no cumplido. Lo bueno es

que cada quien hace su amor a su manera

y se lo dice a su manera. Y pueda

que hasta desee decírnoslo. Los gatos

se han de decir amorosos poemas

muy tristes, pero hermosos.

La tristeza es otra índole,

otro semblante, un semblante más,

el hondo, de la alegría,

que es lo otro bello.

Lo bueno el alborozo.

Lo vivo el entusiasmo.

El júbilo lo santo, lo divino.

Por mi parte

yo os agradezco el convite

a la fiesta y al banquete

de vuestra boda, y me alegro

con el gozo de vosotros, y bebo

del vino mejor porque de vosotros ofrecéis

lo mejor. Y gusto de viandas tan suculentas.

De lo que no gustaré, por supuesto, es del beso.

El beso es el peso exacto de dos bocas casándose,

cararéandose, embelesándose, pesándose,

pasándose eternidades.

El beso es de dos.

Nunca de tres.

Y nunca, en ningún beso, hay adulterio.

Esaú y Jacob se enfrentan siempre.

Como barrera enterrada entre los dos

aunque se reconcilien

el disgusto de Esaú subyace,

justo o no, ante el rapto del privilegio

que al descuido mientras anda por el campo

en la alcoba le hace Jacob

para gozarlo solo, suplantándolo.

Os agradezco la invitación. Y os amo.

Amándoos

puedo acompañar vuestro dolor

con el mío,

y puedo hasta contar

de vuestra dicha o desventura

a uno o más amigos,

a uno o más desconocidos,

pero ya la poesía,

la poesía de vuestro dolor,

la poesía de vuestro beso

no la podré contar aunque lo intente

y sufra, y no podré por una razón

muy simple, simplísima:

no es mía.

Entre ellos y yo estáis vosotros,

si lo queréis más íntimo:

tú.

Posición, posesión, poesía.

La poesía es para contarse,

no para contarla.

Poesía de tú a tú.

No condominio de tres.

Es tuya.

Es mía

entre tú y yo,

aunque a mis amigos o a desconocidos

les pueda hablar de ti, de mí, pero no

de lo que nos decimos de un modo u otro,

de lo que oramos en la secretidad íntima,

en el sacro misterio de la cerrada alcoba,

sellada, -sagrario oculto-

es un lenguaje ritual,

místico sacrificio, único, unigénito,

tierra de descalzarse,

tierra de andar descalzo,

sacramento sacramental,

sacramental,

sacramento sólo de nosotros

para nosotros dos

que los dos vamos oficiando,

celebrando, comulgando, descubriendo,

sin acabarlo, sin alcanzarlo,

distinto siempre y el mismo,

intransmisible, intransferible,

inaprehensible, intransustanciable

y posible sólo a una sola voz

en la ceremonia de la sola oración de la pareja,

pero posible medio en un medio

de la unidad.

Otra la palabra.

Otra tu palabra mía, mi palabra tuya.

Y otra su palabra.


Fragmento de

Jonás, fin del mundo o líneas en una botella (1980)

martes, 9 de agosto de 2011

17-V. Edilberto Cardona Bulnes


No me vendéis los ojos, no me perdáis las niñas.

Dejádmelas jugar con las luciérnagas.


Jonás, fin del mundo o líneas en una botella (1980)