jueves, 1 de noviembre de 2012

13-IV. Edilberto Cardona Bulnes


Torre de Babel. Pieter Brueghel.


13-IV

                                              Hay que cazar la hora.
Cuando Dante la cace escribirá La Comedia.
Un minuto más, un minuto menos, no podría.
Hablará con los muertos de él como antes
Homero con sus dioses. La poesía es un diálogo
consigo mismo, aún en momentos cuando
parece ser con otro semejante. Diálogo de uno
ante algo, ante alguien –en esencia- fuera
de forma, de la forma. Nunca entre hombres.
En poesía no hay ilusiones ópticas,
ni auditivas, ni de ninguna otra especie.
Si tal fuere, sí, pues equivaldría
a la conversación que el hombre
-como en una sala de espejos-
sostuviera con sus imágenes (anamorfosis)
equívocamente reales.
Real el surrealismo.
Para conocerse mejor
hay que conocer a los demás.
No hay mundo si no hay un hombre en él
y no hay hombre si en él no hay un mundo.
Para verse, ver;
para ver, verse.
Aquí el encanto fatal del iris de Narciso.
En un mundo en que no existiera
lo que la costumbre considera
únicamente como espejo,
el hombre se vería,
volvería a verse en los otros,
o en los no otros.
Aquí el fatal desencanto del iris de Narciso.
El ojo hace el espejo de él.
Del ojo –espejo vivo- al espejo muerto
-la copia-.
Siempre se ha tenido espejo,
aunque estuviere encubierto.
El hombre es el espejo del hombre.
La viva imagen, consciente,
fuera del espejo.
El espejo es hacia atrás.
Y hacia adentro.
El espejo es la muerte de la imagen.
Si no hubiera cómo ni en qué
poder verse – y vera para mirar,
distinguir para diferenciar-
el hombre se ignoraría
en su precario instinto de conservación
a tal modo de enojarse,
si esto le cupiere,
contra el estorbo
en que casualmente tropezare,
y le diría: -si esto le cupiere también-
bruto, imbécil, estúpido,
y le daría una patada,
pues el estorbo no sería esto que es
sino otro, imbécil, que me molesta.
He aquí lo que hubiera sido hombre.
¿Qué?
¿Qué digo yo sin no ser acto de decirme,
sin moverme en el ansia, en el sueño,
en la memoria?
¿No se es ni se tiene más que el acto solo?
¿Qué puedo decir que soy
sin moverme en el saber, en el sentir
que soy? ¿Y qué es lo que sido
sin el hombre? ¿Ha habido hombre
aquí, allá, ayer, ahora?
Si así fuese hubiera sucesión,
y si hubiere sucesión habrá permanencia,
si habría permanencia hay universalidad.
Sucesión no es repetición
como repetición no es igualdad fuera de sí,
si no en sí, sino en sí
por esto de lo móvil del hombre
a lo inmóvil del ser,
no al ser inmóvil, no de ser,
y conquistar, re-conquistar
desde el ser del estar
la permanencia universal del ser.

Ser sin imagen.
Fuera de ella, caos, confusión,
bruma de Babel, la torre trunca.
¿Si no en ella en dónde entonces, ya asunta,
la colmada asunción de él,
por él, con él y para él?
¿En dónde si no en ella el ser del tiempo,
el tiempo del ser, de ser del ser; de ser,
y ser tiempo en esencia
y permanente esencia única de verdad?