lunes, 14 de septiembre de 2015

Tríptico: Tres lustros de poesía. Douglas León Leiva Gallardo




León Leiva Gallardo (Amapala, 1962), además de ser uno de los mejores exponentes de la narrativa actual de Honduras, habiendo publicado dos novelas con Tusquets: Guadalajara de noche y La casa del cementerio, recientemente publicó Tríptico: tres lustros de poesía, libro donde demuestra un hábil entretejido técnico en las estructuras de sus poemas, los cuales se leen de un tirón. Encontramos imágenes que sorprenden. Tras dos lecturas de su libro podemos encontrar esas condiciones que hacen un buen poema –sonoridad, ritmo, textura, tono, modo, altura, intensidad, cadencia- y como diría Eagleton también encontramos muchas declaraciones morales y verbales tanto en invención como en ficción de sus poemas. Moral no en el sentido estricto que determina una sociedad, sino en relación a códigos no pertenecientes a nuestra tradicional poesía. Pese a ello, también hay un puente entre su poesía y la de Cardona Bulnes, Roberto Sosa, Livio Ramírez, Pepe Luis Quesada, entre otros, y es quizas su poesía ese eslabón con la poesía posterior producida en el país. Atrevimientos formales, cadencia, ritmo e imágenes limpias; rigor y alturas poéticas como podrán descubrir después de la lectura de los poemas que he seleccionado. Eliot y Pound pueden percibirse en su poesía, pero también los beats y los poetas irreverentes mexicanos y latinoamericanos. Iconoclasia y un adecuado manejo de los versos y los balanceos fónicos de verso a verso son evidentes.

Poemas como “Noción de patria”, gana tanto en cadencia, sonoridad como en intensidad irreverente, pero a su vez melancólica; “Suspendido” es todo un juego de “acróbata” o equilibrista huidobriano metáfisico; “Demasiado humano” es breve e impactante, sólido; “Demasiado tarde”, “La cárcel”, “El viajero y sus paisajes” –uno de mis favoritos favoritos, entrañable viaje interno (mi familia también es del sur del país-; “Especulación”, “Manifiesto apócrifo…”; “Vendimia I”, y hay poemas con contenido erótico como en “Palabra a tientas”…

Al final ha sido un gran honor leerlo. Después de los nacidos en los 60 no conozco un poeta con mayor oficio. La mayoría de los poetas en Honduras logramos tener hallazgos, a veces versos, otras veces un poema, y otras, con mayor suerte, varios poemas o un libro completo, caso de Pepe Luis con Sombra del blanco día, para poner un ejemplo. Por su edad entraría en el grupo generacional de Juan Ramón Saravia, José González, María Eugenia, José Antonio Funes, Marco Antonio Madrid, Leonal Alvarado, Rebeca Becerra, Jorge Martínez, por mencionar algunos; en fin, en eso que la Academia denomina los 15 años de creación de una generación y su descenso en los próximos 15, para sumar el total de los 30 años –parecen números teologales-.

Ha sido un gran paseo poético. Espero sigan habiendo más. Y después de mis poetas preferidos hondureños, que suman pocos, muy pocos, él entra en esa mínima lista de mis poetas preferidos.
Su poesía es antológica. Entre la metáfisica y la horfandad y un diálogo de la razón contra Dios se pasea en las 176 páginas que contiene el libro. Además que Honduras aparece siempre, como telón de fondo, en muchos de sus poemas.

Salvador Madrid ya ha hecho una buena apreciación de su obra, la cual ha publicado en El Heraldo y en su blog personanal.

Consciente soy de que me quedo corto en mis apreciaciones y me habría encantado haber sido más preciso en esta entrada.


NOCIÓN DE PATRIA

te ensartaron en un asta
cuando sólo eras dos brazadas
de género pálido y azul…

las estrellas de burda confección
con los primeros forcejeos del alumbramiento
se fugaron hacia sus respectivos feudos
se hundieron los valles y se abismaron las montañas

—muchos creen que fue óbito
otros que mortinato—

pero la tela virgen de tu razón de ser
siempre ondea en mi alta noción de patria
nunca harapienta
sino acabada de nacer

sí —país— a veces pienso que vivimos
en mutua necesidad de edificarnos
cada logro cada fallo cada tropiezo tuyo
se remeda en mi endeble humanidad

sucede que a mí también
me imaginaron en un país
cuando sólo era apenas un deseo
puro instinto sin amor
así como a vos

que te ensartaron en un asta
cuando sólo eras dos brazadas
de género pálido y azul…


SUSPENDIDO

Qué es un hombre suspendido
un equilibrista
un personaje sin trama
sin conclusión sin peripecia
acaso este hombre espere su destino
como si fuera un viaje mal sorteado
como una de esas fugas que acaso fueran
de amnesia
tal vez espere una magnífica guerra mundial
o el impuntual esparcimiento de un meteoro
dirigido exactamente al solar baldío de su alma
este pobre hombre a la deriva espera y espera
quizá un milagro o un nuevo acontecer
de esos que ya no se hallan en los templos
ni en las cátedras
ni en los alzamientos
espera y espera el equilibrista el impacto quizá
de un instinto dormido
el brote
de una desaparecida manera de ser
pero sépanlo ustedes este hombre suspendido
no aspira a un simple cambio de piel
ya ha vivido varias metamorfosis fallidas
ya fue ingenuo como un insecto huésped
ya fue sabihondo como un cuervo
tenaz como un lobo estepario
y también perro de la incertidumbre
¿qué espera entonces este hombre suspendido?
¿ser inconsciente como una célula madre?
(espérense)
como todo ser demasiado humano
el tipo ha surgido
de la ignorancia a la sabiduría
de la sabiduría a la incertidumbre
de la incertidumbre hasta este punto…
hasta llegar agotado como un breviario metafísico
como un augur cínico y dudoso
que ahora padece de no poder concluir su vida
el pobre hombre suspendido


DEMASIADO HUMANO

Basta con que un pájaro
nazca pájaro
para construir su nido

Basta con que una flor
nazca flor
para emitir su aroma

Basta con que una roca
nazca roca
para asomar su sombra

Pensar que un hombre
puede morir mil veces
y las mil veces morir
sin haber nacido


DEMASIADO TARDE

Todo es al revés. No sólo fue el reloj lo que se inventó. También se inventó el tiempo. Al principio, solo en el universo, el Hombre cultiva su propia inteligencia y se vuelve el verdadero creador: concibe lo material y lo inmaterial, lo real y lo maravilloso, el bien y el mal, lo bello y lo feo, el odio y el amor. Por último, ya senil y agotado, pierde la memoria de todo lo que ha creado y termina inventando a Dios y al Demonio, y luego cree que éstos son los que le dan cuerda al reloj.

Su cárcel   

Su cárcel es el incesante deseo de querer esclavizar 
la forma al contenido:
donde se encuentra todo y se halla nada
donde apenas se adivina el sí mismo 
su cárcel es la recurrente ilusión de ser libre:
cuando aparece perece y desaparece
y sólo queda el otro en el sí mismo.

El viajero y sus paisajes   

Cuando niño
solía viajar con su madre por los pueblos del Sur
su mirada apenas alcanzaba los bordes de los autos
(sus ojos ebrios de paisajes nauseabundos)
a él le importaba poco el mar
el valle o la montaña
sólo quería llegar 

todo viaje en su infancia fue tortuoso
si su madre lo dejaba lloraba
si lo llevaba vomitaba 

ahora que ella ha cambiado de estatura y de piel
los viajes se le han ido a un interior sin fin
los humores no han cambiado
solamente han convergido 

cuando la mujer que ama lo abandona
gime como un cisne (que no muere)
y cuando lo lleva de la mano
ladra como ladran los perros
desde el lobo de sus dos órbitas negras 

pues se le ha quedado el hábito
de no ver el paisaje y sus encantos
siempre sigue queriendo llegar
y nada más que llegar
y aunque su mirada ahora esté  
                         por encima de todo
ya no quiere ver nada
los ojos ya dejaron de ser sus sentidos 

dice que hay viajeros que sólo son paisaje
pretenden ir o venir y nunca llegan
se quedan inciertos en el horizonte 

donde él quiere llegar
están todos los paisajes del mundo
una sola instancia 
—en un segundo digamos—
que dura toda una vida

Especulación   

En otra vida había sido un espejo
un discreto espejo en un pasillo
colocado en un sitio de bien 
más por su madera que por su reflexión 

en los buenos tiempos el marco
—que abrazaba y ceñía su cuerpo ovalado—
lucía llanamente los grabados y ornamentos
la madera preciosa resplandecía con feliz barniz 

cuando los niños lo empañaban
los adultos lo limpiaban 
y lo hacían lucir de nuevo  

años después los niños desaparecieron
uno se fue sin decir adiós
el otro lloró cuando se despidió
la casa permaneció dormida por un tiempo
sólo quedaron un hombre y una mujer
al hombre se le velaron los cabellos de gris
a la mujer se le opacó el rostro de penas 

el espejo poco a poco fue perdiendo el lustre
pero a veces llegaba el hombre y lo cuestionaba
y muchas veces llegaba la mujer y lo consultaba
el espejo no tuvo otra alternativa más que reflexionar 

entre más lo cuestionaban y lo consultaban
más se llenaban de dudas el hombre y la mujer
entre más años pasaban menos comprendían su mirar
hasta que llegó el día en que el hombre se durmió despierto
hasta que llegó el día en que la mujer se despertó dormida
llegaron los hijos vestidos de negro y los llevaron lejos
la casa quedó sola por mucho tiempo 
se paró el reloj
el espejo quedó cubierto con un paño oscuro oscuro
el color del que están bruñidos el final y el silencio
el silencio
la música de los muertos


Manifiesto apócrifo de Baudelaire 

Hay que tenerle miedo a los que creen en un solo dios  —hay que tenerle miedo a los muchos— pueden llegar a venerar cualquier bulto: incluso pueden llegar a creer en sí mismos. 
Nosotros, los que sólo creemos en la poesía, somos a lo que más temen en este mundo; porque intuyen que jugamos con la palabra: es decir, la materia con que se ha imaginado el universo. 
Nosotros, los que creemos en el sí mismo, pero no creemos en nosotros mismos, sabemos que las verdades absolutas no tienen nada que ver con las cosas de este mundo: las que nos afectan, las que nos hieren y también nos edifican, son las verdades a medias, las mentiras. 
Los sabios de la antigüedad lo sabían desde entonces, desde entonces conocieron el poder de la poesía. Pero ellos fueron poetas didácticos, que es lo mismo que decir sacerdotes. 
Nosotros, aunque apenas saboreemos la palabra, ya no nos compadecemos de las gentes de horda; es más, nos caen mal,  como nos caen mal también los desamparados: los hijos de Dios, los vendedores del logos. 
Nosotros  ni siquiera nos compadecemos de nosotros mismos.

Vendimia I  

Pude haber dicho que

fue tan sólo en tiempo de vendimia
el entusiasmo ha terminado
y en los griales sólo hay heces
y sólo el mosto en los brocales... 

que lo que escribo es delirio
como es ficción lo que he vivido
pero vengo y vivo en las barriadas 
y aquí hasta mis sueños son ajenos 

NO existe la vid
ni el odre nuevo
en esta villa no saltan
en aristas las ninfas del alcantarillado 

ni siquiera es abril
pues hay detrito de morteros en las calles:
mi poesía es como el vino alucinado
y mi pecho un odre viejo 

(miento) 

resecos están mis labios con el ron barato de las pulperías
y mi ropa hiede a estanco
al perfume —como diría Sosa—  
dulce dulcísimo de las prostitutas 

y la quiero desde este fondo nacido:
la quiero desde el asiento prieto de los colectivos
desde las barrigas hinchadas de los pordioseros
desde mi colon
desde el banco de la iglesia 

pero ella ha sido poesía también prestada:
lo que queda se pudre en la madera rancia de mi casa 

no hay ira en las uvas
no hay odre ni siquiera viejo 

(miento) 

no hay amor
sólo está ese hedor a pólvora en las calles
y las ganas morbosas de tomarse el ron barato de las pulpería



Palabra a tientas

bien

señora amarga

de nuevo ha logrado usted abortar mi natividad



a qué parte de dios si dios está en todas partes

me voy a tener que ir

para no ser objeto de sus finas y alargadas falangetas



señora

con mirada de niña

qué le debo yo que me priva de mi sueño

acaso fui yo el que violó su pubescencia

y le dejó apenas la mirada tierna

y la otra mitad podrida



señora de pálida figura

tenga piedad de mí

tenga piedad de mí

que sólo quiero amar

tenga piedad de mí que sólo quiero vivir

en la vorágine de una de sus brazadas
en la distancia de uno de sus besos
en su vientre mientras el amor perdure
en su estimación mientras la humanidad lo estime

es que yo sólo quiero ser un hombre común y obediente

por qué usted me quita lo que a los demás otorga

por qué señora y la más bella de las damas

por qué incita usted la palabra en esta hora oscura
cuando la manejo a tientas
cuando la expugno de mi lado
                         tal si fuera un kilo de carne
                                               inhumana



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León Leiva Gallardo 
(Amapala, Honduras, 1962) 

Estudió psicología y letras en la Universidad de Northeastern Illinois. Autor de las novelas Guadalajara de noche (Tusquets Editores, 2006), La casa del cementerio (Tusquets Editores, 2008), A la imagen del hombre (inédita) y el poemario Palabras al acecho en la coedición Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago (Vocesueltas, 2008). Su obra, además de haber sido presentada en revistas literarias también ha sido publicada en antologías, entre cuales En el ojo del viento (John Barry, 2004) y Astillas de luz/Shards of Light (Tía Chucha Press, 2000).