León Leiva Gallardo
(Amapala, 1962), además de ser uno de los mejores exponentes de la
narrativa actual de Honduras, habiendo publicado dos novelas con
Tusquets: Guadalajara de noche y La casa del cementerio,
recientemente publicó Tríptico:
tres lustros de poesía, libro
donde demuestra un hábil entretejido técnico en las estructuras de
sus poemas, los cuales se leen de un tirón. Encontramos imágenes
que sorprenden. Tras dos lecturas de su libro podemos encontrar esas
condiciones que hacen un buen poema –sonoridad, ritmo, textura,
tono, modo, altura, intensidad, cadencia- y como diría Eagleton
también encontramos muchas declaraciones morales y verbales tanto en
invención como en ficción de sus poemas. Moral no en el sentido
estricto que determina una sociedad, sino en relación a códigos no
pertenecientes a nuestra tradicional poesía. Pese a ello, también
hay un puente entre su poesía y la de Cardona Bulnes, Roberto Sosa, Livio
Ramírez, Pepe Luis Quesada, entre otros, y es quizas su poesía ese eslabón
con la poesía posterior producida en el país. Atrevimientos
formales, cadencia, ritmo e imágenes limpias; rigor y alturas
poéticas como podrán descubrir después de la lectura de los poemas
que he seleccionado. Eliot y Pound pueden percibirse en su poesía,
pero también los beats y los poetas irreverentes mexicanos y
latinoamericanos. Iconoclasia y un adecuado manejo de los versos y
los balanceos fónicos de verso a verso son evidentes.
Poemas como “Noción de
patria”, gana tanto en cadencia, sonoridad como en intensidad
irreverente, pero a su vez melancólica; “Suspendido” es todo un
juego de “acróbata” o equilibrista huidobriano metáfisico;
“Demasiado humano” es breve e impactante, sólido; “Demasiado
tarde”, “La cárcel”, “El viajero y sus paisajes” –uno de
mis favoritos favoritos, entrañable viaje interno (mi familia
también es del sur del país-; “Especulación”, “Manifiesto
apócrifo…”; “Vendimia I”, y hay poemas con contenido erótico como en “Palabra a tientas”…
Al final ha sido un gran
honor leerlo. Después de los nacidos en los 60 no conozco un poeta
con mayor oficio. La mayoría de los poetas en Honduras logramos
tener hallazgos, a veces versos, otras veces un poema, y otras, con
mayor suerte, varios poemas o un libro completo, caso de Pepe Luis
con Sombra del blanco día, para poner un ejemplo. Por su edad
entraría en el grupo generacional de Juan Ramón Saravia, José
González, María Eugenia, José Antonio Funes, Marco Antonio Madrid,
Leonal Alvarado, Rebeca Becerra, Jorge Martínez, por mencionar
algunos; en fin, en eso que la Academia denomina los 15 años de
creación de una generación y su descenso en los próximos 15, para
sumar el total de los 30 años –parecen números teologales-.
Ha sido un gran paseo
poético. Espero sigan habiendo más. Y después de mis poetas
preferidos hondureños, que suman pocos, muy pocos, él entra en esa
mínima lista de mis poetas preferidos.
Su poesía es antológica.
Entre la metáfisica y la horfandad y un diálogo de la razón contra
Dios se pasea en las 176 páginas que contiene el libro. Además que
Honduras aparece siempre, como telón de fondo, en muchos de sus
poemas.
Salvador Madrid ya ha
hecho una buena apreciación de su obra, la cual ha publicado en El
Heraldo y en su blog personanal.
Consciente soy de que me
quedo corto en mis apreciaciones y me habría encantado haber sido
más preciso en esta entrada.
NOCIÓN DE PATRIA
te ensartaron en un asta
cuando sólo eras dos brazadas
de género pálido y azul…
las estrellas de burda confección
con los primeros forcejeos del alumbramiento
se fugaron hacia sus respectivos feudos
se hundieron los valles y se abismaron las montañas
—muchos creen que fue óbito
otros que mortinato—
pero la tela virgen de tu razón de ser
siempre ondea en mi alta noción de patria
nunca harapienta
sino acabada de nacer
sí —país— a veces pienso que vivimos
en mutua necesidad de edificarnos
cada logro cada fallo cada tropiezo tuyo
se remeda en mi endeble humanidad
sucede que a mí también
me imaginaron en un país
cuando sólo era apenas un deseo
puro instinto sin amor
así como a vos
que te ensartaron en un asta
cuando sólo eras dos brazadas
de género pálido y azul…
SUSPENDIDO
Qué es un hombre suspendido
un equilibrista
un personaje sin trama
sin conclusión sin peripecia
acaso este hombre espere su destino
como si fuera un viaje mal sorteado
como una de esas fugas que acaso fueran
de amnesia
tal vez espere una magnífica guerra mundial
o el impuntual esparcimiento de un meteoro
dirigido exactamente al solar baldío de su alma
este pobre hombre a la deriva espera y espera
quizá un milagro o un nuevo acontecer
de esos que ya no se hallan en los templos
ni en las cátedras
ni en los alzamientos
espera y espera el equilibrista el impacto quizá
de un instinto dormido
el brote
de una desaparecida manera de ser
pero sépanlo ustedes este hombre suspendido
no aspira a un simple cambio de piel
ya ha vivido varias metamorfosis fallidas
ya fue ingenuo como un insecto huésped
ya fue sabihondo como un cuervo
tenaz como un lobo estepario
y también perro de la incertidumbre
¿qué espera entonces este hombre suspendido?
¿ser inconsciente como una célula madre?
(espérense)
como todo ser demasiado humano
el tipo ha surgido
de la ignorancia a la sabiduría
de la sabiduría a la incertidumbre
de la incertidumbre hasta este punto…
hasta llegar agotado como un breviario metafísico
como un augur cínico y dudoso
que ahora padece de no poder concluir su vida
el pobre hombre suspendido
DEMASIADO HUMANO
Basta con que un pájaro
nazca pájaro
para construir su nido
Basta con que una flor
nazca flor
para emitir su aroma
Basta con que una roca
nazca roca
para asomar su sombra
Pensar que un hombre
puede morir mil veces
y las mil veces morir
sin haber nacido
DEMASIADO TARDE
Todo es al revés. No sólo fue el reloj lo que se inventó. También se inventó el tiempo. Al principio, solo en el universo, el Hombre cultiva su propia inteligencia y se vuelve el verdadero creador: concibe lo material y lo inmaterial, lo real y lo maravilloso, el bien y el mal, lo bello y lo feo, el odio y el amor. Por último, ya senil y agotado, pierde la memoria de todo lo que ha creado y termina inventando a Dios y al Demonio, y luego cree que éstos son los que le dan cuerda al reloj.
Su cárcel
Su cárcel es el incesante deseo de querer esclavizar
la forma al contenido:
donde se encuentra todo y se halla nada
donde apenas se adivina el sí mismo
su cárcel es la recurrente ilusión de ser libre:
cuando aparece perece y desaparece
y sólo queda el otro en el sí mismo.
El viajero y sus paisajes
Cuando niño
solía viajar con su madre por los pueblos del Sur
su mirada apenas alcanzaba los bordes de los autos
(sus ojos ebrios de paisajes nauseabundos)
a él le importaba poco el mar
el valle o la montaña
sólo quería llegar
todo viaje en su infancia fue tortuoso
si su madre lo dejaba lloraba
si lo llevaba vomitaba
ahora que ella ha cambiado de estatura y de piel
los viajes se le han ido a un interior sin fin
los humores no han cambiado
solamente han convergido
cuando la mujer que ama lo abandona
gime como un cisne (que no muere)
y cuando lo lleva de la mano
ladra como ladran los perros
desde el lobo de sus dos órbitas negras
pues se le ha quedado el hábito
de no ver el paisaje y sus encantos
siempre sigue queriendo llegar
y nada más que llegar
y aunque su mirada ahora esté
por encima de todo
ya no quiere ver nada
los ojos ya dejaron de ser sus sentidos
dice que hay viajeros que sólo son paisaje
pretenden ir o venir y nunca llegan
se quedan inciertos en el horizonte
donde él quiere llegar
están todos los paisajes del mundo
una sola instancia
—en un segundo digamos—
que dura toda una vida
Especulación
En otra vida había sido un espejo
un discreto espejo en un pasillo
colocado en un sitio de bien
más por su madera que por su reflexión
en los buenos tiempos el marco
—que abrazaba y ceñía su cuerpo ovalado—
lucía llanamente los grabados y ornamentos
la madera preciosa resplandecía con feliz barniz
cuando los niños lo empañaban
los adultos lo limpiaban
y lo hacían lucir de nuevo
años después los niños desaparecieron
uno se fue sin decir adiós
el otro lloró cuando se despidió
la casa permaneció dormida por un tiempo
sólo quedaron un hombre y una mujer
al hombre se le velaron los cabellos de gris
a la mujer se le opacó el rostro de penas
el espejo poco a poco fue perdiendo el lustre
pero a veces llegaba el hombre y lo cuestionaba
y muchas veces llegaba la mujer y lo consultaba
el espejo no tuvo otra alternativa más que reflexionar
entre más lo cuestionaban y lo consultaban
más se llenaban de dudas el hombre y la mujer
entre más años pasaban menos comprendían su mirar
hasta que llegó el día en que el hombre se durmió despierto
hasta que llegó el día en que la mujer se despertó dormida
llegaron los hijos vestidos de negro y los llevaron lejos
la casa quedó sola por mucho tiempo
se paró el reloj
el espejo quedó cubierto con un paño oscuro oscuro
el color del que están bruñidos el final y el silencio
el silencio
la música de los muertos
Manifiesto apócrifo de Baudelaire
Hay que tenerle miedo a los que creen en un solo dios —hay que tenerle miedo a los muchos— pueden llegar a venerar cualquier bulto: incluso pueden llegar a creer en sí mismos.
Nosotros, los que sólo creemos en la poesía, somos a lo que más temen en este mundo; porque intuyen que jugamos con la palabra: es decir, la materia con que se ha imaginado el universo.
Nosotros, los que creemos en el sí mismo, pero no creemos en nosotros mismos, sabemos que las verdades absolutas no tienen nada que ver con las cosas de este mundo: las que nos afectan, las que nos hieren y también nos edifican, son las verdades a medias, las mentiras.
Los sabios de la antigüedad lo sabían desde entonces, desde entonces conocieron el poder de la poesía. Pero ellos fueron poetas didácticos, que es lo mismo que decir sacerdotes.
Nosotros, aunque apenas saboreemos la palabra, ya no nos compadecemos de las gentes de horda; es más, nos caen mal, como nos caen mal también los desamparados: los hijos de Dios, los vendedores del logos.
Nosotros ni siquiera nos compadecemos de nosotros mismos.
Vendimia I
Pude haber dicho que
fue tan sólo en tiempo de vendimia
el entusiasmo ha terminado
y en los griales sólo hay heces
y sólo el mosto en los brocales...
que lo que escribo es delirio
como es ficción lo que he vivido
pero vengo y vivo en las barriadas
y aquí hasta mis sueños son ajenos
NO existe la vid
ni el odre nuevo
en esta villa no saltan
en aristas las ninfas del alcantarillado
ni siquiera es abril
pues hay detrito de morteros en las calles:
mi poesía es como el vino alucinado
y mi pecho un odre viejo
(miento)
resecos están mis labios con el ron barato de las pulperías
y mi ropa hiede a estanco
al perfume —como diría Sosa—
dulce dulcísimo de las prostitutas
y la quiero desde este fondo nacido:
la quiero desde el asiento prieto de los colectivos
desde las barrigas hinchadas de los pordioseros
desde mi colon
desde el banco de la iglesia
pero ella ha sido poesía también prestada:
lo que queda se pudre en la madera rancia de mi casa
no hay ira en las uvas
no hay odre ni siquiera viejo
(miento)
no hay amor
sólo está ese hedor a pólvora en las calles
y las ganas morbosas de tomarse el ron barato de las pulpería
Palabra a tientas
bien
señora amarga
de nuevo ha logrado usted abortar mi natividad
a qué parte de dios si dios está en todas partes
me voy a tener que ir
para no ser objeto de sus finas y alargadas falangetas
señora
con mirada de niña
qué le debo yo que me priva de mi sueño
acaso fui yo el que violó su pubescencia
y le dejó apenas la mirada tierna
y la otra mitad podrida
señora de pálida figura
tenga piedad de mí
tenga piedad de mí
que sólo quiero amar
tenga piedad de mí que sólo quiero vivir
en la vorágine de una de sus brazadas
en la distancia de uno de sus besos
en su vientre mientras el amor perdure
en su estimación mientras la humanidad lo estime
es que yo sólo quiero ser un hombre común y obediente
por qué usted me quita lo que a los demás otorga
por qué señora y la más bella de las damas
por qué incita usted la palabra en esta hora oscura
cuando la manejo a tientas
cuando la expugno de mi ladotal si fuera un kilo de carne
inhumana
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León Leiva Gallardo
(Amapala, Honduras, 1962)