poema en blanco
llega con suave oleaje el sueño
(los fantasmas pelean por los muros)
especialmente tierno y saliendo de vos misma
viene desembocando por tus ojos
lame entonces mi lengua tu latido
veo cómo se extiende al otro lado de la llama.
en mitad de la noche tu cuerpo es mi deseada ciudad
en sus calles me ciñe tu fragancia con extraño poder
mi piel hace el estruendo que una casa vacía encerrara
se tienden disparadas hacia el fuego la epidermis los
vastos terrores
se borran las paredes de lo cierto.
la noche se acurruca en la quietud.
una espiga es la última luz.
un ojo
el reducto postrero del agua.
poema en ojo
sin embargo el lluvioso mes dobla hacia un lugar
del verano y nada impide las banderas del ocaso que
continúa.
amás y conocés oscuramente tu amenaza como un barco
extendiéndose
los remansos del tiempo los cepos de la soledad
el deseo como un casco en asedio.
a veces una furia llamea espaciando la niebla,
el amor desenfunda su brillo a medianoche
insiste en su latido
sus antiguas
pesadas armas nunca cesarán de atormentar.
por él apaga la fatiga su blando motor
la ternura es tu espada y solés combatir sin descanso
el cuerno de la luz
apresta tu vasto corazón de animal en reposo
salís al frío de la ciudad cantando una roja canción
que comienza por incendiar las hojas
las frescas casas
el mediodía
la profunda
entonces te apoyabas en mi
hombro como una flor de pesada cabeza que se inclinara con la lluvia. allí
quedó tu llanto el rastro de atormentado
caracol de tu corazón y las sombras que en esos casos pasan a invadir los
rincones del alma como un agua exactísima no eran humo ni huella sino apenas
cenizas tenue voz de luciérnagas en mis
ojos cerrados. en todo caso estaba tu paraguas pegándose a la tarde como un fraile extenuado devolvía las nubes
a sus nidos y cobijada con sus alas nocturnas la lluviosa esperanza de los dos.
ah mi espeso camino dolorido de ayer en donde están caídos como hojas los
rostros los ojos de naufragio los adioses de frío. ahora sin embargo estas
vos enseñándome el rencor de la gente
el peso de la espuma. estás vos en la tierra y tenés gusto a larga
residencia o rocío a la lenta extinción
que reposa en tu cuerpo al pájaro delgado de la luz lunar al filo de tu sombra: la sombra de agua
eterna que deja tu inocencia.
dirección
estoy viviendo de lo intenso que de nosotros irradia
de lo que como un faro mi alma espesa derriba
eso que aun dañando en lo profundo no es espada
sino tu mano roja que interrumpe mi sueño.
si hay algo que te busca tiene nombre de pájaro
y el olor a lo hundido del océano en celo
es directo y tan pálido
tan hacia vos dirigido
que ni el sueño me ampara de tus ojos mirándome.
lo que a morir conduce sale desde mi pecho
y no se apaga nunca: un olor escapado
hacia el limo. hacia nunca sería capaz de ensombrecerme:
mirá el viento qué triste qué tristes las magnolias el agua
mujer de papel
vivís entre páginas verdes
con un escudo peruano
mochuelo de rostro dorado y el agua
no te puede destruir.
qué del ojo rosado que reposa
en tu vientre de
tus costillas
tus anillos de cristal dividido
con monumentos lácteos al este y al oeste.
dónde se edificó tu pie de niebla
con sus cinco metales ordenados
qué piedra dio la sangre navegante
que dulcifica tu esqueleto
el río de ceniza del sueño circula
y dulce pasás vos y verde tu pasaporte
límite
la noche se cierne
más allá del tiempo
H. P. Lovecraft
hoy seguiré hacia el sur
más debajo de donde el mar se ha callado
donde el río Zeíoni
golpea el Talud de los Sueños
y desordena el fuego en la memoria.
allí encontraré reposo.
ni mi padre
ni mi madre me lo
dijeron.
hace tanto frío. adiós.
el hombre está colgado
de la insistente cuerda de su vida
y en una mueca hace adiós.
agitando el badajo de su lengua.
el sol se ha ido con los pájaros
lo oscuro
no será perturbado jamás.
el tigre
a pasos lentos el amor avanza
es sigiloso cruel
como un tigre que e pronto comprende.
he de llegar
sin olores o sangre
dilucidando el tiempo
como si no existiera.
eso dice.
yo que lo siento apenas hablo.
yo sólo sé que nada permanece
que en mi muerte todo es de otra manera;
este sueño es distinto
pero el toque de la zarpa es el mismo.
el latido de la carne es el mismo
el polvo que golpea en la cara es el mismo…
húmeda
la mañana es un golpe de luz tiembla en mi mano
furtiva que te produce sobresaltos
en la difusa claridad del cine
sonámbula batalla. orgasmo. sueño. fin
del adusto lamento de la noche
y es un pájaro huyendo
la memoria del roce de tu piel.
resplandecientes
oponiendo
las caras tiernamente
avanzamos
devastando el murmullo del mundo que amanece
nunca estuvimos tan al borde
de la inocencia húmeda
húmeda todavía.
poema
las letras de un antiguo poema
y las de éste que ahora escribo
son iguales
cada cosa es siempre igual a sí misma.
¿ha cambiado algo desde entonces?
el día sigue su curso
y nada debe alterar el equilibrio del mundo.
nosotros somos un poco más viejos cada día
mas a quién puede importar ese lamento?
apuremos el vaso de la vida hasta el fondo
quién sabe si más acá de diez pasos
hay un abrazo fresco
no esperado
un cuerpo que palpita en la sombra.
tendrá el hombre derecho a lamentarse
de la fugacidad de su pellejo
si sabemos que hay cosas que trascienden al hombre?
¿puede decirse que todo sigue igual
y que habrá equilibrio no alterado
hasta el fin de los siglos?
puedo decir que estoy vivo
y que he escrito este poema.
ausencia en la cafetería
el día se desviste
aja su luz
queda caído entre las casas
agonizando con furor de apariencia.
un gran helecho apaga la ventana.
el viento desfallece entre los autos.
he visto palpitar la avenida que no existe.
semejante en eso al amor.
el sol araña los cristales:
última sangre que resbala
entre las papas fritas
la llovizna
las muertas mesas
el café.
mito del aire
con el gentío
hierve el aeropuerto.
hay turbinas tragándose la tarde.
un estremecimiento
que se adelgaza en pez
en frío luminoso
y desanuda llantos y pañuelos.
el tiempo se ha encogido.
el estruendo desparrama el verano.
el aeropuerto queda
anclado en su fragancia de estatua gris
fijo al sol oxidándose en la hora
que un instante la nave aprisionó:
en una irreal piscina ya navega
(suspendido
fruto que balancea su fragor)
y en dirección del sueño sigue
la plenitud de lo callado.
mi mujer vive
el hombre está solo sobre el corazón de la
tierra
traspasado por un rayo de sol
y anochece de pronto
Salvatore Quasimodo
mi mujer vive en esta ciudad
aquí en tegucigalpa desde que tengo noticia
y la noticia que les digo es larguísima;
viene del centro en bus o la colonia o viceversa
nunca almuerza en macdonald’s
allí no come hamburguesas
allí no toma café
se pasa la vida repite y repite en una escuela
a niños que todavía no conocen ni la o por lo redonda
ríe
se cura con
dristán de la gripe
sueña despierta enfrente de los escaparates
va al cine
oye noticias en el radio
no fuma
no bebe
lee de vez en cuando
y sobre todo a un nobel italiano que le gusta bastante
tanto que si atardece
tanto hasta oscurecer
sin que los niños hayan hecho la tarea todavía
mi mujer va y agarra la noche en crecimiento
por las puntas
le da la necesaria vuelta de calcetín
y amanece de pronto
no me pidas más tiempo
todo mi tiempo es tuyo
cuando nací estaba gris lluvioso
y mi madre me lo ofreció como un fruto convulso
diciéndome
hijo vivirás largo
tiempo.
desde entonces anduve con un ruido de agua
/en la cabeza.
mi tiempo es todo tuyo amor
cuando te dé la santa gana
úsalo en alumbrarte
en alisar la playa
en trastocar el tiempo
gástatelo cantando
no tengo la culpa si se achica
cada vez más si
no me ajusta para verte
si es demasiado corto para abrazarnos
para lamernos como locos para ser
un pulpo desquiciado por las plazas
un surtidor de fuego en las aceras
en el bus
en cada esquina
donde haya un foco
descompuesto.
ahora sé que mi madre
me debe un poco de mi tiempo.
poema de amor
la noche ha sido larga.
aquí
ahora no importa.
allí están esas calles donde no te he buscado
por ellas te empujaba la esperanza el amor
la libertad la
fresca brasa de la noche
allí están la ciudad
la música en sus parques
dafne que en su fragor purísimo ha crecido
mientras jugaba a ser el viento por la casa.
todavía la noche es una sombra
cerrada como ayer
un poco más que lo que era.
cuánta muerte ha corrido por las cañerías.
el terror envenena la espesura los cuerpos
el aire
pero aún arde en la carne una llama muy vieja;
vení
acércate
tócame
abrí
los ojos temblorosos
los muslos la sonrisa
y continuemos juntos conociendo el amor
y la revolución de esta noche.
Fruto convulso (1989)
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Efraín López Nieto
(Danlí, 1947). Realizó estudios de
Literatura en la Universidad Pedagógica de Bógota, Colombia.
Obra: El fruto de hierro (1977); Fruto convulso.
El lado en que vivís (1989); Premio Centroamericano de poesía “Juan Ramón
Molina” (1986) y premio de poesía Universidad Pedagógica
Nacional de Colombia (1979).